Una extraña pareja de dos amigos, casi hermanos, que mientras están esperando, hablan, discuten, juegan, se desafian, se reconcilian, se aman, se repelen. Llega otra extraña pareja, aun más extraña, y el juego se diversifica. Godot no llega, pero llega su emisario.
Montones de humanidad en personajes desamparados, errantes, desacoplados, que nos recuerdan que el ser humano, aun en situaciones muy difíciles, es quien de erguirse o, cuanto menos, como hace Estragón en el final de la obra, de volver a poner los pantalones, que la falta de cinto se atan con una cuerda.