Celebraré mi muerte
El 28 de marzo de 2005 la vida del médico Marcos Hourmann cambió para siempre jamás. De madrugada, una paciente de más de 80 años llegó al servicio de urgencias del hospital donde trabajaba. Sometida a un gran sufrimiento físico, el pronóstico solo le daba unas horas de esperanza de vida. La paciente y su hija le pidieron que terminara definitivamente con su sufrimiento. Marcos, saltándose todo el protocolo médico, le inyectó 50 mg de cloruro de potasio en la vena. Murió poco a poco minutos.

