Nova: El Museo do Mar completa su exposición permanente con un nuevo espacio dedicado a los naufragios y a la historia de los faros

08/12/2015

El Museo do Mar completa su exposición permanente con un nuevo espacio dedicado a los naufragios y a la historia de los faros

Siete paneles y 40 piezas hilvanan un discurso expositivo con el que conocer más profundamente la historia marítima de Galicia

Vigo, 8 de diciembre de 2015.- El Museo do Mar de Galicia, dependiente de la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria, acaba de ampliar y completar su exposición permanente con un nuevo espacio dedicado a dos ámbitos esenciales del mundo marítimo: los naufragios y el salvamento, y la historia de los faros en nuestra tierra. Los siete paneles expositivos diseñados ad hoc se completan con una serie de 40 piezas originales que permiten hacerse una idea clara de estos aspectos claves para comprender la historia marítima de Galicia.

Las Brumas de tragedia
El litoral gallego, con sus 1.500 kilómetros de costa y una climatología adversa, fue a lo largo de la historia testigo de numerosos naufragios. En la muestra se podrá conocer de primera mano información precisa sobre hundimientos famosos cómo lo de la flota de Padilla, en el 1596 en Fisterra; los propiciados por la batalla de Rande, en la ría de Vigo en 1702; lo del Serpent, frente a Camariñas (1887); lo del Great Liverpool, en 1846 en Cee; o el del Santa Isabel, en Sálvora (1921).

Las primeras sociedades de salvamento de náufragos no surgen en Europa a hasta mediados del siglo XIX. En España creara la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos en 1880, que en 1972 pasa a formar parte de la Cruz Roja del Mar. Con ese nombre llega a 1989, momento en el que se integra en el servicio público de salvamento en el mar. En la muestra se explica asimismo cuál es el origen y funciones de la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítimo (SASEMAR) y del Servizo de Gardacostas de Galicia, la herramienta propia con la que cuenta nuestra comunidad autónoma.

Los faros, de la antigüedad hasta lo XIX
Hace falta decir que hasta el siglo XIX la única linterna encendida en las costas gallegas fue la torre de Hércules. Con todo en la costa gallega, desde la Alta Edad Media, surgen una serie de antorchas situadas en torres defensivas, iglesias y promontorios que avisaban de diversas circunstancias como incursiones y saqueos, además de servir de guía a la navegación. En el siglo XVIII la organización y control de estas antorchas pasa a manos de la marina, pero para la creación de una infraestructura permanente con la función de guía a la navegación habrá que esperar al siglo XIX, concretamente al Plan de Iluminación Marítima del año 1847.

Como se ha dicho, la mediados del siglo XIX el único faro existente en Galicia seguía siendo la torre de Hércules, pero en ese momento a expansión del comercio marítimo internacional provocará que las grandes potencias europeas y las grandes compañías navieiras traten de asegurar sus rutas con el balizamiento de las costas. En este sentido, debe recordarse que Galicia era una zona crucial de este tránsito, con protagonismo especial del cabo de Fisterra. Entre 1850 y 1855, se ponen en marcha el Plan General para él alumbrado marítimo de las costas españolas (1847), que establecía cinco categorías de faros que, en el caso gallego, se establecía del siguiente modo: los de Fisterra y Ortegal eran de primera categoría; el de Cíes, de segunda; el de Ribadeo, Cabo Prior y Corrubedo, de tercera; y los de Prioriño, Sisargas, Cabo Vilán, Cee, Ons, Sálvorora, Arousa y A Guía, de cuarta y quinta.

La segunda onda de edificaciones de faros en nuestra tierra se lleva a cabo entre 1858 y 1865, de la mano del Plan General de balizamiento de laas costas y puertos de España e islas adyacentes, donde se atendía especialmente al balizamiento de los puertos principales de Ferrol, A Coruña y Vigo, a los que se le aunaron luces locales en San Cibrao, Coelleira, Cedeira, Rubio, Castelo da Palma, San Antón, Isla de la Rúa, Boiro, Cabo Silleiro y A Guarda.

De la Restauración a nuestros días
Hacia finales del siglo XIX, en la etapa de la Restauración, se completa la iluminación de la costa gallega con la edificación de Cabo Vilán (1896) y Touriñán (1898). El principal cambio en este momento será la aparición de nuevas lámparas que sustituyen al aceite por la parafina y, sobre todo, la alimentación eléctrica. En 1902 y 1904 se aprobaron nuevos planes de señalización marina lo que supuso la modernización de las luminarias preexistentes con el relevo de las antiguas ópticas.

A partir de 1967 se completa la automatización de los faros lo que lleva a una tipología de faro exenta. Según ese modelo se construyeron en la década de los ochenta los faros de San Cibrao, Roncadoira, Ortegal y Touriñán, muchos de los cuales presentan nos sus fustes un código de franjas pintadas para su señalización diurna. El último plan de señales es del año 1985 y promueve el acondicionamiento y automatización de los faros existentes y la construcción de algunos nuevos. Estos faros, como lo de Punta Nariga o Punta Frouxeira serán proyectados por arquitectos como César Portela, Enrique Martínez Tercero o Mariano Navas y primarán conceptos de vangardismo arquitectónico.

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