Nova: Intervención del presidente de la Xunta en el acto conmemorativo del Día de las Letras Gallegas 2019

17/05/2019
Intervención del presidente de la Xunta en el acto conmemorativo del Día de las Letras Gallegas 2019
Cerdedo-Cotobade, 17 de mayo de 2019
Autoridades presentes,
Señoras y señores.
En Galicia la lengua no solamente se habla; también se habita. Habitamos el idioma. En él tenemos un hogar común en el que siguen habitando, gracias a las palabras, nuestros ancestros y habitarán las gallegas y los gallegos del mañana.
Cuando pronunciamos las palabras podemos sentir el eco de muchas generaciones de gallegos que las fueron cargando de significado. Cada sustantivo, cada verbo o cada adjetivo es un legado que nos llega a través del tiempo para que sea cuidado, enriquecido y transmitido por nosotros. He ahí una hermosa responsabilidad que los gallegos cumplimos con orgullo.
La casa común que es la lengua gallega tiene las puertas y ventanas abiertas. Ni excluye a nadie, ni quiere permanecer lejos de las grandes corrientes de la historia, ni al margen de la evolución. Se ha dicho que es nuestro gran monumento, pero un monumento vivo en el que se habita, se comparte y se convive.
Mediante la lengua los gallegos somos capaces de moldear el mundo a nuestro manera, de interpretarlo de acuerdo con nuestra idiosincrasia, y de aportar al conjunto de la humanidad valores que nos son propios. Álvaro Cunqueiro hablaba de "anosar” para describir nuestra capacidad para hacer nuestras ideas y cosas, y darles significados que nacen de nuestra creatividad.
El hogar de la lengua gallega posee en estos tiempos una importancia adicional que deberíamos subrayar en una fecha tan señalada como esta.
La fragmentación, la pérdida de cohesión social, la ruptura de acuerdos y consensos que parecían inalterables son preocupaciones comunes en todas las democracias. La existencia de espacios reales o virtuales cerrados, en los que difícilmente tiene cabida el debate entre opiniones distintas, es un peligro, un peligro cierto que altera principios básicos de la convivencia en libertad.
Las lenguas, inocentes en sí mismas, no están al margen de las tentativas de utilización malsana. Todas ellas nacieron para comunicar y romper con el aislamiento y la soledad, y sin embargo algunos quieren utilizarlas para disgregar y sembrar la discordia.
Asistimos a un resurgimiento de actitudes que ven en el cultivo y promoción del idioma una especie de anomalía, o cuando menos algo superfluo.
Casi noventa años después habría que recuperar aquel discurso de Alfonso Rodríguez Castelao en las Cortes Republicanas en el que ironizaba sobre la maldición que pesa sobre los animales, al estar limitados a una lengua única.
En nuestro país la lengua une porque está tejida por afectos. El gallego es uno de los enlaces más fuertes que tenemos entre nosotros, entre todos. Hablantes cotidianos, asiduos, ocasionales y mismo infrecuentes, sienten el idioma gallego como algo suyo. Verlo como un atranco forma parte de tendencias que proceden de situaciones que nos resultan distintas y distantes.
Hay en esa devoción generalizada una causa tal vez novedosa relacionada precisamente con la necesidad de fortalecer la cohesión social, generacional y territorial, y de equilibrar el impulso globalizador con un firme arraigo en aquello que nos singulariza.
Nuestro pueblo está acostumbrado a añadir y a agregar. En esta parte de la humanidad que somos, coexisten desde antiguo tradiciones, épocas y culturas que fueron moldeadas por nuestro carácter. En el hogar gallego se reflejan tendencias que, aun estando presentes en otros lugares, adquieren aquí una fisonomía propia.
El gallego es hijo del latín sin que esa filiación permita confundirlo con otras lenguas herederas de la vieja Roma, y el mismo sucede con manifestaciones de todo tipo que el genio de nuestra gente supo galleguizar.
Nuestra fuerza no reside en el rechazo de lo nuevo y lo ajeno, sino en la sabia apropiación y agregación del que, en cada momento, consideramos valioso. El propio fenómeno xacobeo es la prueba de que Galicia es una síntesis, un compendio, en el que cualquier caminante puede encontrar un espejo en el que reconocerse.
Amigas y amigos. Nuestra lengua es una casa que habitamos, bien cuidada además por caseros que se preocuparon por hacer de ella un recinto acogedor, luminoso y abierto. Entre ellos la figura de Antonio Fraguas, efectivamente, “un chico de aldea”.
Se da en él una circunstancia común a muchos otros hombres y mujeres de la cultura. Para todos ellos Galicia empieza por ser un átomo aldeano o villego con el que se sienten íntimamente identificados. Lo que para otros es Bastabales, Celanova, Rianxo, Gres o Mondoñedo, para don Antonio será Insuela, en la parroquia de Loureiro, en el municipio de Cerdedo-Cotobade.
Ese vinculo casi panteísta con el lugar natal, que ciertamente compartimos todos los gallegos, hace que su trabajo cultural, etnográfico, antropológico, geográfico o histórico, esté lejos de tecnicismos o de teoricismos. Esa labor incesante e intensa de hombres como Antonio Fraguas está siempre impregnado de amor por los suyos y también de amor por lo suyo.
Si el legado de quien este 17 de Mayo recibe el homenaje de su país es inmortal, se debe a su naturalidad y su frescura. La suya no es la pesquisa del erudito que se acerca con perjuicios o soberbia al objeto de estudio.
Tanto en el Seminario de Estudos Galegos, como en las Irmandades da Fala o en la Real Academia Gallega; o en el Patronato Rosalía de Castro como en el Museo do Pobo Galego, don Antonio nunca pierde la curiosidad propia del “niño labrador” que descubre el mundo en cada trozo de naturaleza, y la humanidad en cada vecino.
Su defensa de la lengua forma parte también de la tenaz reivindicación de su cuna. El idioma gallego es para él uno de esos tesoros que permanecen mucho tiempo escondidos, pero que siguen vivos en el alma popular hasta que llega la hora de su feliz resurgimiento.
Tal como Galicia las entiende, las lenguas unen y cohesionan porque establecen un código común que no es solamente léxico. Asimismo hay hombres y mujeres que unen y cohesionan a Galicia, y Galicia tiene la fortuna de contar con una legión innumerable de ellos. Alrededor de Antonio Fraguas y su legado se pueden dar la mano gallegos de toda condición y gallegos de toda creencia.
Podemos imaginarlo dándonos la bienvenida cordial a esa lengua que habitamos y que nos habita, para hablarnos lenvtamente de una cantiga recuperada, de una mámoa descubierta o de un aspecto desconocido de Pastor Díaz.
Celebramos a Antonio Fraguas porque lo merece, lo merece de sobra y pensando también en un tiempo amenazado por las rupturas y necesitado de tantos puentes.
La lengua gallega es un puente por el que transitamos libremente todos los gallegos.