Fiestas de "Entroido"

El carnaval, o el antroido, entrado, introito, entrudio, etc. ha sido declarado manifestación representativa del patrimonio cultural inmaterial de España por el Real Decreto 383/2017, de 8 de abril, al amparo del dispuesto en la Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, por ser una de las manifestaciones más emblemáticas, vivas y representadas en todo el territorio nacional.

Su origen es muy antiguo y ha recibido muchas aportaciones culturales a lo largo del tiempo, en especial de ceremonias del invierno y propiciadoras de la primavera. Por su carácter catártico y libertario, ha sido condenada y prohibida en ocasiones.

Son festividades en las que los roles personales se transforman o se exageran y que se celebran en comunidad, en los espacios públicos, con la participación, activa o pasiva, hasta involuntaria, de todos los vecinos. Sus aspectos lúdicos y niños se anteponen, en el ciclo religioso, a un período de penitencia y devoción, pero en sus aspectos más universales, la celebración del final del invierno y la promesa de la primavera estarían en relación con la futura fertilidad.

Todos esos aspectos se mantienen en común en las fiestas de carnaval, pero en la Ribeira Sacra esta manifestación consigue rangos distintivos y de singularidad que hace falta reconocer, ya que es una de las fiestas que con más incidencia redundan en la formación de un carácter propio, sobre todo en la actualidad en la que el Carnaval es una ceremonia que perdió su significación en relación con los ritos agrarios y que fue recuperada y mantenida como refuerzo de la identidad amenazada de desaparición.

El Entroido Ribeirao se celebra principalmente en la parroquia de Santiago de Arriba del término municipal de Chantada, pero tradicionalmente también en Vilaúxe, Camporramiro, Nogueira o Vilar. Su decadencia se produce por los procesos de migración y despoblación de la zona, principalmente en el último cuarto del siglo XX, hasta el nuevo ánimo dinamizador construido por los propios vecinos y sus testimonios y experiencias. El lugar de celebración es el Campo de Moredo, aunque tradicionalmente solían producirse encuentros e incluso reyertas con los de otras parroquias. Los días de mayor relevancia son los tres domingos (Corredoiro, Lambedoiro y de Carnaval) y el martes de Carnaval, pero los trabajos preparativos tenían que hacerse con mucha antelación, cada uno trabajando en una parte del necesario, en las cintas, en las gorras, en las caraútas o mismo para preparar las campanas para su sonido.

El personaje más característico es el volante, ataviados con ropa blanca y un par de cintos de cuero sobre una faja de color en la que cuelgan campanitas. También llevan paños estampados sobre los hombros y en la actualidad pantalones de colores. Los volantes se pintaban la cara de negro o usaban una careta o caraúta abierta para poder respirar, y portaban un bastón grande con fintas de colores. El volante hace sonar las campanas y bailar las cintas de colores en el aire, y de cuando en cuando pasea el pucho.

Los puchos son otro de los elementos más característicos del Entroido Ribeirao. Eran aparatosos sombreros hechos en origen con una estructura de berza seca, flores de rama de maíz y fintas de paja, que en la actualidad adquirieron una mayor vistosidad y color, al realizarse con cartón y papel y cientos de cintas de muchos colores sobre una estructura de alambre y mimbre.

Estos puchos alcanzan una gran altura y un peso de treinta kilos. En su cumbre se disponen dos muñecas, una mirando para delante y otra para atrás, así como cinco penachos que sobresalen más. Por su peso los volantes hacen turnos para llevar la gorra, que es una manera de paso procesional irreverente.

Las máscaras o caraútas son piezas muy rústicas, hechas de capas de papel endurecido en el horno con una masa de harina y con la forma de un molde de madera. Se le abren los ojos y la boca con un hierro y se finaliza con yema de huevo por el exterior. No requiere de más decoración.

En el Entroido Ribeirao también participan los peliqueiros o maragatos, que sobre la ropa vieja o de trabajo ponen pelicas de oveja o de cabra, sujeta con un cinto del que cuelga una campana. La cara la llevan cubierta con una pelica u con una máscara grotesca y sobre la cabeza el cráneo y los cuernos de un animal, por lo que su aspecto contrasta con el color y tejido delicado del volante. Su función es abrirles el paso a estos en su baile, para lo cual se ayudan de un palo o látigo.

Otros personajes de este Carnaval son los corozeiros (que visten la tradicional coroza de paja con la capucha) y los mecos, que hacen burla y exageración de los comportamientos más cotidianas, los oficios o las relaciones personales, en las que se desarrolla el ingenio, la picaresca, la lascivia y se ponen en común los hechos más relevantes de las pequeñas historias personales recientes.

El Carnaval se practica hoy como una exhibición del baile, de los trajes y máscaras y de estas representaciones satíricas. La fiesta finaliza con la huida del Carnaval, que es un volante que marcha, acompañados de mecos que lloran y chillan. En la actualidad se mantiene la tradición a través de la Asociación de Amigos del Carnaval Ribeirao que junta la mujeres, hombres y cautivos, que procuran participen tanto de los festejos como de la preparación previa, con cierta libertad para las innovaciones.

En el ámbito de la Ribeira Sacra, aunque no en las adosas de una parroquia de ribera sino de una localizada en el encuentro del valle alto con las montañas del Courel, y muy próximo al cañón del río Lor, en la aldea de Salcedo, se mantiene otro Carnaval de características singulares, en el que destacan los personajes del Oso y de sus seros. Durante las fiestas del Carnaval de Salcedo madamas, mujeres que visten de blanco y llevan en cabeza sombreros de flores y cintas de papel de colores, y danzantes, hombres que visten de negro con una máscara blanca, imitan el baile de parejas ricas. También se realizan representaciones paródicas de acontecimientos domésticos y familiares y cantigas.

 

El día del Oso

El día del Oso es el lunes de Carnaval. Ese día, huido o llevado por los seros, llega el Oso por algún lugar de los callejeros de la aldea, vestido de pieles de oveja y una máscara de cuero con el aspecto del animal. El Oso lleva unas cinchas con campanas colgando de la cintura.

El lugar de su aparición no lo conocen los vecinos, aunque algo antes lo precede el Osezno y sus criados pequeños. El Oso anda por la villa en medio de la gente, se mete a provocar algún revuelo y con la ayuda de los criados, envueltos en pieles y trapos pardos, armados con una vara y un caldero donde llevan el sarrio (mezcla grasa de ceniza), tizna la cara y, si le cuadra, el pecho y la barriga de la gente, tirados sobre el suelo.

Frente a otras tradiciones en el mundo que también celebran la llegada del oso, como el despertar del letargo del invierno, aquí el oso es el señor, no hay cazador ni se le busca la muerte, sino que el Oso se marcha cuando acaba su faena y la fiesta sigue. En la actualidad la ceremonia festiva es sostenida por la Asociación de Vecinos de Salcedo, que buscan el reconocimiento de su singular tradición.

Hace falta destacar también en la Ribeira se Ourense a la figura de los Felos de Esgos, aunque con este nombre se conocen también en algunas zonas próximas, como Maceda o Maside. Los felos visten ropa blanca y enaguas con cintas de colores cosidas, tanto en las rodillas como de la cintura y del regazo, acompañado de paños estampados sobre los hombros y atados al cuello o con una corbata llamativa. El traje blanco de base se completa con los adornos descritos y con un cinto con esquilóns.

El aspecto diferencial está en el uso de máscaras de papel, a manera de grande cilindro en el que se mete la cabeza, que tiene una decoración libre y personal. Andan a prisa con los bastones en la mano, y visten botas altas que en la actualidad suelen ser de goma para el agua.

Los felos en sus foliones del Carnaval van acompañados de madamas¸ que personifican jóvenes finas y bien vestidas, así como enanos, vestidos con ropas flojas y rellenas de paja para abultar, así como remedos de bestias y burros hechos de pelicas y ramas. Entre los ritos de este Carnaval se recuperó la práctica de poner la cuaresma, que consistía en llevar un muñeco de paja a la puerta de una casa, lo que implicaba ser el objeto de la burla de todos los vecinos. Desde época reciente la Asociación Cultural-Etnográfica Felos y Madamas de Esgos mantiene la tradición.

La provocación y las burlas ingeniosas y hasta groseras son habituales en todas las fiestas de Carnaval. En general las celebraciones del Entroido de la Ribeira Sacra son de las más desconocidas, y en este siglo XXI las comunidades locales han realizado medidas de salvaguarda propias, como un esfuerzo de reafirmación y reconocimiento identitario.