Ciudadela de Santa María (A Pobra de Trives)

En la confluencia del Bibei y el Fiscaíño se encuentran los restos de una ciudadela que fue poblada a finales del siglo X en una situación extrema, en un promontorio rocoso natural sobre el río, en una cresta triangular de 120 metros de longitud por solo siete de anchura media, y a una altura aproximada de 15 m sobre el río.

En un cortado vertical de la cresta, en la cara sudoeste sobre una superficie de 7 m de altura por 4 de ancho, se labró una cartela con el siguiente contenido: "En el nombre del Señor iniciamos la presente construcción en la era de 1010 (año 972), con tan buenos resultados que se dice ser este lugar a auténtica ciudadela de Santa María". Cronológicamente, esta inscripción se produce en el epílogo de la segunda repoblación propiciada por los avances conquistadores de Alfonso III el Magno y en las vísperas de la desoladora expedición de Almanzor y del fantasma amenazador del milenarismo.

Los protagonistas de esta inscripción ejemplifican la parte de esa nutrida pléyade de ascetas anacoretas que desde la antigüedad venían buscando las quebradas abismales de los grandes ríos de la Ribeira Sacra, no solo como lugar de retiro, sino también como lugar para el refugio. A menos de 100 metros de la inscripción se conserva un lagar rupestre conformado dentro de una estructura rectangular. Este lagar parece ser coetáneo del establecimiento anterior y parte integral de sus estructuras funcionales que puede acreditar el cultivo de la vid y la producción del vino en este territorio ya desde una época muy antigua.

Su valor más relevante, además de atestiguar la creación muy temprana de un asentamiento ligado a la vida ascética en un paraje remoto, es el de constituir un documento físico escrito en piedra, inscripción que habla de la fundación de esta oppidum por unos autores que la consideran digna de la Virgen María en el año 972.